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Mostrando entradas de 2016

El espectáculo debe continuar

La tormenta me pilló desprevenida, en cueros, sin un portal en el que resguardarme. Era una noche, de fiesta, en medio del olvido de lo cotidiano de los días. Sin darme cuenta, poco a poco, la oscuridad de los gatos callejeros, esos que no tienen dueño pero tienen vida, me rodeó entre miradas de desconcierto. Nunca lo vi venir. Hoy tampoco me acuerdo de ayer. Y mañana, será otro día que volverá a amanecer a oscuras. —Abre los ojos— me suurras. Te oigo. Desvío la mirada y vuelvo a vestirme de gala. El espectáculo debe continuar. Deja que llore un poco más. Deja que me de otro baño en esas aguas enfurecidas, y que la espuma blanca de sus olas me salpique de nuevo. Una noche más. Un día cualquiera. Deja que me ahogue. Es la única manera que conozco para volver a levantarme.

Mañana será siempre

Hola amigos y amigas. Esta entrada es para avisaros de que Soraya y yo, hemos decidido crear un blog exclusivo para contar esta historia. Así va a ser más cómodo para quien nos lea, y para nosotras mismas también. Este es el enlace al nuevo blog: Mañana será siempre . Esperamos que disfrutéis con esta historia. Yo seguré escribiendo por aquí mis cositas. Gracias a todos. Nuria.

Mañana será siempre III

    [2016, Soraya Benítez y Nuria Sobrino]      El piso olía a pan tostado y a café recién hecho. Juan Pe esperaba ya sentado a la mesa en la cocina, mientras Patricia, su hermana, le daba la espalda, colocando en una bandeja de plástico tres tazas de café con leche, tres vasos de zumo de naranja exprimida y un plato llano, enorme, repleto de rebanadas de pan. ¡Nerea, el desayuno!, gritó llamando a su amiga, que abría y cerraba un cajón, una puerta, destapaba un bote, lo cerraba, corría las perchas en la barra del armario, sacaba una de ellas, volvía a colocarla en la barra y, por fin, salía de la habitación en la que dormía, con varios cuadernos bajo el brazo, el teléfono sujeto entre el hombro y la mejilla, y una expresión satisfecha en sus labios. Los dos hermanos la miraron extrañados y ella sonrió sin menguar el entusiasmo. Cogió el vaso de zumo, lo bebió de golpe. Después, pinzó con sus dedos una rebanada y volcó el aceite de oliva sobre ella, dibujando ondas finas y doradas.

Mañana será siempre II

[2016, Soraya Benítez y Nuria Sobrino]     Triana sobrepasaba con holgura los veinte grados al comienzo de la noche, aunque el calor no derretía el termómetro como en semanas anteriores. A esas horas, bares y terrazas empezaron a llenarse de gargantas secas y manos empuñando cañas de cerveza muy fría o alguna bebida espirituosa. Nerea y Patricia fueron a un bar de la calle San Jacinto. Les acompañaba Bicho, un pequeño bulldog francés que los padres de Patricia le habían regalado para el vigésimo quinto cumpleaños, recién nacido, color canela, todo orejas. De aquello hacía ya tres años. — ¡Bicho, retírate un poco, hijo, que pegas calor! ―exclamó Patricia, retirando sus sandalias del lomo del perro. — Me recuerda a Iris, qué bonachón el tío ahí tumbado debajo de la mesa. Debe tener un calor… yo me estoy asando ―dijo Nerea, abanicándose con la carta de tapas plastificada. — Esto no es nada. Lo que pasa es que vas con esa melena de rizos suelta y… ¿qué esperas? Esta mañana sí que ha

Mañana será siempre

[2016, Soraya Benítez y Nuria Sobrino]     <<I don't want to earn my living. I want to live>>. Esa frase de Oscar Wilde resonaba en la cabeza de Nerea mientras observaba desde la tribuna la fila de personas que se había formado en el Fnac de Sevilla, el nueve de septiembre. ¿Cómo había cambiado tanto su vida? Miró a la derecha y encontró la respuesta en los sesenta kilogramos de nervios e ilusión sentados a su lado, portadores de una sonrisa muy particular, esa de la que una vez creyó estar enamorada.     ― ¡Es increíble! ¿Te has fijado? La sala está llena ―exclamó exaltada Patricia, la dueña de los sesenta kilogramos, de los nervios, la ilusión y la sonrisa.     ― Sí, hasta arriba ―confirmó Nerea con los ojos muy abiertos―. Quién nos lo iba a decir... ¡Nuestra primera firma!     Justo un año antes, más o menos a la misma hora, Nerea había quedado para el hamaiketako con sus amigas en la cafetería de una de ellas. Estrenaba el traje de casera que su madre, Aitzi

Historias de verano

historias de verano, de amigos y de vida ~*~ Llegaron a aquel pueblo desde distintos caminos, con historias alejadas, y similares miedos. Miedo a la luz, miedo al mar, miedo a la gente. Ahogados en un mundo oscuro que habla de rebeldía ante una vida que aún no conocían. No se hicieron amigos queriendo, ni por impulso. Fue la coincidencia de un momento que se repitió con insitencia durante muchas tardes de aquellos días. Hay una sola manera de contar las cosas más oscuras, con la luz de la mirada del que escucha a tu lado. Así fue como se descubrieron eternos. Una tarde, cuando el sol ya anunciaba el final, se hicieron el juramento de volver siempre que uno cayera a aquel lugar, ese en el que los dos miraban de la misma manera, con la misma luz. Ese verano se prometieron seguir tocando el sol. Cada día. Al final de todo. A pesar de la distancia.

Nunca es tarde

Nunca es tarde. A pesar del tiempo, de los días que llenan los calendarios impuestos. Y correr es de cobardes, huir del ahora para refugiarse constantemente en lo que fue...o en lo que aún no es. Déjame que abra esta caja, Pandora. Déjame volar, reír, gritar, llorar, saltar, caer, acariciar, callar, golpear, besar, odiar, perdonar... Déjame ser Pandora. Déjame amar(me). En algún lugar perdí mi caballito plateado, mi padre me lo escondió, dijo que había muerto de mayor. No le quise creer. Ahora, que la mayor soy yo el caballito volvió y me contó un secreto: de mayor no muere nadie, aunque nadie se lo cree. Tuve un sueño ayer, una anciana que decía ser yo se me acercó, llevaba una capa de superman muy vieja, no reía mucho la mujer mayor, pero sus ojos cantaban melodías silenciosas que hablaban de mil y un historias en las que no había princesas y a pesar de ello, al final, feliz sintió. Dijo: colorin colorado, este cuento ya ha empezado. Nunca es tarde.

Centro perfecto que se muerde la cola

El cielo no quiere ser azul se queda plomizo, con ese toque de gris que empaña los días abiertos. Días que cantan al borde del mar, sonando de fondo, como esa canción que nunca te cansas de escuchar, como esos ojos que siempre te miran, de esa forma. Suspiras. Déjame que duerma un rato más, déjame que pierda la noción del tiempo, de ti, de mí, de las dos, y quedarme a vivir en esa playa donde las olas nos tragan de golpe, sin avisar. Despues, despiértame cariño. Como cada día, como cada noche. Oscuridad y luz en un solo punto medio ese que ni brilla ni deslumbra, ese en el que pasa lo que nunca sucede y sucede lo que siempre nos pasa. Centro perfecto que se muerde la cola.

Si me asomo

Si me asomo al precipicio y miro hacia abajo el vértigo despierta de cuajo mis amigos viejos: las dudas, los rencores, el paso de puntillas mirando a otro lado; el yo no fui, fuiste tú, o él o ella, qué más da a mi no me importa, y si me importa me vuelvo egoísta o avariciosa y pretenciosa, no me toques mis cosas que el esfuerzo fue mío y el sufrimiento ha de merecer la pena que de penas estoy harta y a ratos avergonzada. Pero si me asomo y cierro los ojos, sin mirar al fondo, y respiro, me nacen alas: y sueño que vuelo por acantilados que cuentan historias de hace miles de años, por valles perdidos aún sin descubrir, mares lejanos que bañan islas con tesoros escondidos que todos buscan sin saber ¡que no están en las playas! sino en las selvas, que esconden toda la belleza de todo aquel que no se cansa de asomarse a los precipicios y dejarse llevar por esas alas que se encogen si mira en la dirección equivocada.

Paraíso extraño en el que me hallo

Inspirado en "El desierto de mi isla" de Elvira Sastre Soy una isla. Paraíso extraño en el que me hallo y me hundo, tendida al sol, con la piel abierta y resquebrajada por el calor que aprieta desde lo alto y profundo del ser. Humana. Rodeada de mar. ¿Cómo no ahogarse? Cómo no aprender a nadar. -Ven, báñate conmigo pero no te quedes más de lo necesario que la compañía te asusta, recuerda-. Y a mí, hay sombras que me abruman si se alargan demasiado en pleno día. No siempre es verano en las playas, el agua también llueve lejos de las olas mojando la brisa que abraza la arena, el cielo, los árboles y las rocas. Entonces nadie quiere ser isla. La mayoría prefieren ser casa que no es lo mismo en todas partes, ni siempre cobija. Pero yo, allí, en medio de la tormenta, de la nada que nada espera me quedo quieta, siendo ese sueño donde muchos se camuflan como iguanas de la vida. Y soy tronco, soy hierba, soy tierra, soy piedra. Soy gota que ah

Hablando a dos voces

Despierta una mañana de cualquier día, otro más, anudadas las palabras al cuello, tragadas a golpe de reproche que el orgullo no escupe a la cara ni a los pies de nadie. ¿Quién es nadie? Nadie puede ser un monstruo, o muchos. O, también, puede ser alguien, ese que te sonríe por la calle, sin motivo sólo por cortesía y valentía. Yo, prefiero ser alguien. Así llegó, con un sombrero de nubes grises y la palabra mojada sobre los labios. ¿Estás bien? -pregunto sorprendida-. ¿Tú que crees? -responde en un golpe de brisa-. Creo que es hora de saltar de estrofa, o mejor, pasar a otra canción que esta ya está muy oída. Podrías firmar un trato con la vocecita: regarla con vino y poesías de Elvira, ahogarla en salitre hasta que se hunda, escribirle de noche y a oscuras sobre melancolía asfixiarla, atragantarla, colmarla de rosas rojas con sus espinas. O también, podrías dejar que se vacíe en sus propias mentiras, hasta que se quede dormida sobre un lecho de lástima,

El día amaneció en la cafetería

El día amaneció en la cafetería de nuestros sueños, la del río, la del cuaderno y el bolígrafo. Por fuera, todo brillaba sacando lustre a la primavera. Por dentro, un viejo y conocido invierno mordía la conciencia, furioso, como un niño que patalea. ¿Qué te ocurre? -le pregunto- Se te va a enfriar el café de tanto esperar. Deja de asomar los labios al borde de la taza y bébetelo de una vez. Esperar -piensa-, su palabra preferida. Junta los quizá y los puntos suspensivos que nunca cierran las historias. Y al final, tan solo queda un trago caliente y amargo. Quema -me dice-. La miro con ojos entornados. Me apetece cogerla por los hombros para sacudir la escarcha que pesa en sus rizos. Que no todo el calor es malo. ¿Por qué no arder un poco? Alguna vez oyó hablar de un lugar en el que regalaban paseos por el infierno quizá -una vez más- se pierda por ahí un rato. Quizá -de nuevo- se quede a vivir -un poco de tiempo-. Dice que le han dicho tantas veces que n

Trocitos

Hoy volví a pasear por la orilla, con mis pies descalzos sobre la arena, algún grano se vino conmigo a casa, y alguno seguro terminará conmigo en la cama. Trocitos. Así me gusta pensarlos. Trocitos de otras vidas como la mía. Me gusta la idea. Igual que ese grano de arena, ese trocito de vida que ha sido ya pisado en otras playas, por otros pies, por otras vidas; hay muchos trocitos de mí recorriendo otras costas. He viajado a lugares lejanos, exóticos y árticos, he visto mundo e historias, lágrimas y sonrisas. He vivido guerras, la paz de un abrazo, la reconciliación entre hermanos, las penas y las alegrías de las personas ajenas que también esparcen pedacitos por el mundo, por el universo, como estrellas repartidas por dentro y por fuera de esta galaxia que conformamos individualmente y, a la vez, juntos, unidos, interconectados por los granos de arena, las risas, la luz, el aire, el mar, las montañas, la tierra que pisas, el oxígeno que respiras. Hoy volví a pasear por la oril

Desde el infierno mi vida

Podrán     -desde el infierno- recorrerme las calles en medio de las noches atravesadas por sirenas en busca de balas, navajazos, heroína y putas de nombres impronunciables. Podrán     -desde el infierno- enterrarme debajo de una farola, esa que siempre se apagaba cuando te besaba. Desdoblar las arrugas del último trago que nos dimos, aquel que nos supo tan rancio que decidimos emborracharnos de olvido. ¡Y podrán los putos ombligos del mundo seguir engañándonos mientras la televisión esté encendida, escupiendo basura en esos cementerios en los que entierran los restos de eso que llaman política! Qué más da lo que hagan     -desde el infierno- con las noches baratas, el miedo que se suicida todos los días al levantar la mirada un poco más alta de lo que les decían. Pudieron construir sueños y estrellas de día, pero escogieron pintar nubes oscuras en una noche vacía. Vista desde ahí, qué más da mi vida. Esculpida por los designios del capitalismo,

La ronda la pago yo

La ronda, hoy, aquí o en Triana, la pago yo aunque a ella siempre haga mención, sin tregua, ni la tuya ni la mía en esta nuestra nueva forma de vida. A dos voces canta esta canción con sonidos viejos los suyos y los tuyos enredados en mi voz, cantando nuevas melodías que a ratos tarareas tú y a veces me invento yo. Los sueños, sueños son y estos, con tu permiso, me los imagino a mi son.

Siempre

Ni de día ni de noche. Te quiero sombra. Te quiero luz. Te quiero a veces. Con todo el miedo, con todo el sur del sol que amanece. Te quiero. Siempre.

Palabras

Llenan los diccionarios las bocas y las hojas en blanco, las pintan de colores sabores, olores, recuerdos y también olvidos. Tantas son las que aún desconozco, las que aún ni he leído ni he escrito, ni dicho. Tantas como veces ansío perderme en sus labios cuando los pronuncio. Sin embargo, aunque se salgan a veces del redil que les da sentido, yo no pierdo el mío. El que en ellas tanto busco a riesgo de perderme de nuevo, o no encontrar jamás ese nunca que me llueve dentro.

Nada

A veces no me soporto. No te soporto. Tu olvido. Ese aire de tormenta que nunca enseñas a pesar de lo que arrasas. El no pasa nada. El estoy bien. La risa fácil de un emoticono gratis. La vida que pasa. Y la que pesa sin que tú hagas ni una mueca. No hay fichas, ni tablero ni partida No sé lo que hay. Lo que no hay es lo que nos queda. Nada.

Jack vino a verme esta mañana

Jack el Destripador vino a verme esta mañana. Un cielo gris tras el cristal, un café amargo, como me gusta, en el desayuno y los ojos cerrados en medio de un adiós sin pronunciar. De tópicos puedo hablar, frío metal que en nombre de Dios de muerte hirió mi mundo. Pero si te cuento la verdad, la mentira del universo se queda pequeña ante mis pobres delirios de grandeza. ¿A Dios? ¿Quién pronunció tu nombre sin mi consentimiento? Adiós soy yo en el preciso instante en que tus ojos dejaron de mirarme. Adiós soy yo cuando te pienso en el recuerdo que tu no te llevaste. Adiós soy yo cuando me trago el orgullo entero del mar por no llamarte más. (A) Dios rezo para esconder tu piel de mis recuerdos. (A) Dios pido encontrar el camino que me traiga de vuelta mi cuerpo en ti tatuado. (A) Dios escucho en mi pecho mientras salto de trago en trago los días que cruzan tu camino perdido. ¿Por qué no un asesinato? Uno que desgarre todas tus caricias a oscuras y salpique de lágrimas falsas las paredes d

En unas pocas palabras

En unas pocas palabras veo todos nuestros suspiros, mil llantos, tu sonrisa y la mía -y la de ella- la primavera de nuestras vidas el otoño sembrado de historias -melancolía- duros inviernos, alegres veranos… Hoy es un buen día, -o no- hoy te recuerdo, entre lágrimas y besos -quizás no míos- Hoy llora mi lamento -o el tuyo- y yo lo hago mío, y tu lo haces tuyo. El dolor, el olvido el gozo y el sollozo y lo más bonito tu alma…la mía. En unas pocas palabras veo una vida que comparto hoy contigo, tu mañana. En unas pocas palabras ¡oh palabras!