Ir al contenido principal

Desde el infierno mi vida

Podrán
    -desde el infierno-
recorrerme las calles
en medio de las noches
atravesadas por sirenas
en busca de balas,
navajazos,
heroína
y putas de nombres impronunciables.

Podrán
    -desde el infierno-
enterrarme debajo de una farola,
esa que siempre se apagaba cuando te besaba.
Desdoblar las arrugas
del último trago que nos dimos,
aquel que nos supo tan rancio
que decidimos emborracharnos de olvido.

¡Y podrán los putos ombligos del mundo
seguir engañándonos
mientras la televisión esté encendida,
escupiendo basura
en esos cementerios
en los que entierran
los restos
de eso
que llaman política!

Qué más da lo que hagan
    -desde el infierno-
con las noches baratas,
el miedo que se suicida todos los días
al levantar la mirada
un poco más alta de lo que les decían.
Pudieron construir sueños y estrellas de día,
pero escogieron pintar nubes oscuras
en una noche vacía.

Vista desde ahí,
qué más da mi vida.
Esculpida por los designios del capitalismo,
dios de los dioses,
rindiendo pleitesía desde lo más profundo
    -del infierno-
Qué más da, mi vida,
si ya es azufre lo que me mantiene viva
en este mi reino
alzado sobre las ruinas de tu recuerdo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mañana será siempre II

[2016, Soraya Benítez y Nuria Sobrino]     Triana sobrepasaba con holgura los veinte grados al comienzo de la noche, aunque el calor no derretía el termómetro como en semanas anteriores. A esas horas, bares y terrazas empezaron a llenarse de gargantas secas y manos empuñando cañas de cerveza muy fría o alguna bebida espirituosa. Nerea y Patricia fueron a un bar de la calle San Jacinto. Les acompañaba Bicho, un pequeño bulldog francés que los padres de Patricia le habían regalado para el vigésimo quinto cumpleaños, recién nacido, color canela, todo orejas. De aquello hacía ya tres años. — ¡Bicho, retírate un poco, hijo, que pegas calor! ―exclamó Patricia, retirando sus sandalias del lomo del perro. — Me recuerda a Iris, qué bonachón el tío ahí tumbado debajo de la mesa. Debe tener un calor… yo me estoy asando ―dijo Nerea, abanicándose con la carta de tapas plastificada. — Esto no es nada. Lo que pasa es que vas con esa melena de rizos suelta y… ¿qué esperas? Esta mañana sí que ha

Día demente

Hoy me pillo por banda el tumulto. Se me arremolinó dentro y estuvo inquieto. Mirando por aquí y luego por allá. Estrujando, apretando, me asustó, me irritó, por momentos me enfadó y hubo un instante en el que me estranguló la vida, con doña angustias de por medio. Como un cuento de miedo, de los que empiezan con muerte del yo y en todo su auge destripan el día hasta que te caes rendida ante la realidad de la vida. Y parece mentira lo que cansa tanto remolino dando vueltas. Nadas a contracorriente desde que amaneces, y aunque con todas tus fuerzas intentes alcanzar ese lugar donde tocas pie y te sientes medio segura, la resaca te arrastra al medio de ese sitio en el que no te ahogas. Pero te hundes, te hundes y tragas agua hasta que el aire ya no se siente. Agotada ando, arrastrando cuerpo y sujetando mente. No se por cual empezar el mantenimiento... ¿alguna sugerencia demente?

Vacía

Vacía el hogar, la maleta y esa mirada puesta. La que aderezas con unos toques de vida interpuesta. Donde los remates no llegan se esconden las peores vivencias. Ahogadas en noches sombrías que desalojan eternas vidas.        Esas que no se cumplen.        Esas que se olvidan. Barres los restos de los supiros y los escondes debajo de la alfombra, para que no se te olvide que algún día tendras que recogerlos. Ya no recuerdas qué te contaba la luna cuando a la noche se escondía debajo de tus sábanas. Asustada de su propia vida visitaba un hogar conocido de su penumbra. Tus oscuras veladas de insomnio gratuito consumieron entero el cirio. No sopló nadie, se apagó solo, como quien oye llover debajo del olivo, resguardado de las gotas del mal querer, pero expuesto al ruido, y a la tragedia que riega el campo de tanto desperdicio. Y ahora, con todo a cuestas y sin nada que perder tira todas las apuestas y camina como si nadie te pudiera ver.