A veces no me soporto.
No te soporto.
Tu olvido.
Ese aire de tormenta que nunca enseñas
a pesar de lo que arrasas.
El no pasa nada.
El estoy bien.
La risa fácil
de un emoticono gratis.
La vida que pasa.
Y la que pesa
sin que tú hagas ni una mueca.
No hay fichas,
ni tablero
ni partida
No sé lo que hay.
Lo que no hay
es lo que nos queda.
Nada.
[2016, Soraya Benítez y Nuria Sobrino] Triana sobrepasaba con holgura los veinte grados al comienzo de la noche, aunque el calor no derretía el termómetro como en semanas anteriores. A esas horas, bares y terrazas empezaron a llenarse de gargantas secas y manos empuñando cañas de cerveza muy fría o alguna bebida espirituosa. Nerea y Patricia fueron a un bar de la calle San Jacinto. Les acompañaba Bicho, un pequeño bulldog francés que los padres de Patricia le habían regalado para el vigésimo quinto cumpleaños, recién nacido, color canela, todo orejas. De aquello hacía ya tres años. — ¡Bicho, retírate un poco, hijo, que pegas calor! ―exclamó Patricia, retirando sus sandalias del lomo del perro. — Me recuerda a Iris, qué bonachón el tío ahí tumbado debajo de la mesa. Debe tener un calor… yo me estoy asando ―dijo Nerea, abanicándose con la carta de tapas plastificada. — Esto no es nada. Lo que pasa es que vas con esa melena de rizos suelta y… ¿qué esperas? Esta mañana sí que ha
Comentarios
Publicar un comentario