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Mostrando entradas de julio, 2015

Historias ancladas

Hay historias que perduran, ancladas en la arena de los recuerdos, hundidas en un mar de reproches que baten sus olas cual temporal de invierno. Y las dudas afloran con la marea baja. Y se encallan, y permanecen atadas al alma hasta el próximo día que salga el sol. Me perdí, lo reconozco. Me ahogué en mi propio vómito de culpas ajenas y excusas propias. Sin mirar, sin querer mirar, con las manos en los bolsillos y la cabeza gacha para no ver la tierra girar. En un mundo imaginado que quería pintar sin saber a penas dibujar. Nunca entendí los porqués, tampoco intenté hacer preguntas, con callar me bastó, para qué decir nada, ni más ni menos. A bocajarro disparé al destino, y herré el tiro. En un descuido me respondió la suerte, corriendo por patas, en la primera esquina que doblé, aprovechó y me perdió de vista. No soy nadie para suplicar reproches, ya ni las súplicas me hacen efecto. Gasté todas mis cartas en una partida amañada, y perdí. ¡Hay que ser mantas!

Verso versos

 (intro)verso Soraya Benítez (adaptación) Verso versos, algunas veces. En ellos me vierto para olvidar los olvidos en un escueto encuentro de sentidos exaltados. Acariciando lamentos de viejas historias que se escriben con tinta amarga. Lento, sin saber a dónde lleva el camino, si es de ida o sólo te lleva de vuelta a ese rincón en el que me pierdo cada vez que te escribo, cada vez que te leo. Verso a verso me sumerjo en un mundo donde hay hielos ardientes y fuegos fríos. Muros que te llevan al cielo y bosques encantados que se tragan tu silueta reflejada. Mil caretas y una sola puerta de entrada o salida. Hay tantas descabelladas letras que, de pronto, se juntan para acariciarte, desgarrarte, amarte, ahogarte, sonreírte, abrazarte, abofetearte, insultarte, susurrarte, gritarte… Entre verso y verso las palabras se pierden en un vasto universo de posibilidades, y la poesía las encuentra, las junta y forma esa hermosa melodía que suena donde los oídos del mundo no

Bailar con los deseos pegados

Bailar descalzas con los deseos pegados. Hundidas las miradas en la luz que enciende las palabras. Esas palabras que acarician sin necesidad de manos, sin necesidad de sonar más allá de mi boca pegada a tu piel. Palabras que hablan despacio, recorriendo todo el camino que siempre quisieron recorrer. Ese camino que cuando callan, anhelan en gritos ardientes de aullar al mundo que es tu cuerpo donde habita mi sentido. A veces callo, callo y sólo miro. Dejo que me trague ese universo desconocido que me atraviesa con tan sólo un suspiro. Y me pierdo. ¡Oh, sí! Me pierdo. Entre sonidos, palabras, tus ojos, la música y los míos, de vez en cuando tropiezo. Tropiezo en tu espalda. En tus piernas. En tus muslos. En   tu vientre. En tus pechos. Tropiezo una y otra vez. Reconozco que, a veces, soy un poco torpe y…tropiezo. La música se agarra fuerte a mis senos, me aprieta, me pellizca y me acaricia todo mi ser, con esa melodía suave y tierna pero

(Te)

Delante te tengo, te lamento, me arrepiento. Delante, a un tiro de caricia. Delante de ese muro que construyo para no decir (te) las cosas a la cara, de verdad o de mentira, para no decir (te) nada. Y entonces, delante (te) lloro.

Sueños tirados en la calle

Cada día me encuentro más sueños tirados en la calle. Los veo por todas partes. En los parques, en los bancos, en una esquina de cualquier calle, o en medio de aquel lugar que no lleva a ninguna parte. De mañana, de tarde y de noche los veo. Agotando los tiempos muertos, guardando los recuerdos en cualquier agujero para no volver a verlos. Sucios. Hambrientos. Con las ojeras colgando de las manos abiertas, y los ojos apretados en los puños para contener la rabia, para no ver lo que alrededor pasa. Pasan los turistas de otras vidas, o los que siempre van de paso pero nunca pasan. Los de la vida vacía y la cartera llena también pasan. Los que no miran ni por donde caminan. Los que miran y aún y todo tropiezan. Los que a veces paran. Y, los que siempre paran. Se están llenando las ciudades, rebosan de urgencias e impaciencia por llegar, siempre corriendo, al final de cada día. Entre tanta prisa, ¿cómo mirar por

Tormentas tras el cristal

Para la mayoría, las tormentas son para ver tras el cristal. Pero si no sales a fuera, nunca oirás la ira del mar gritando libertad, ni sentirás el viento azotando la conciencia de la naturaleza despierta ante la vida, ni verás llorar las nubes sin consuelo intentando saciar la sed de la tierra pisada sin paz... Tras el cristal, encerrada en esa confusa seguridad, no hay tormenta...ni hay vida.

El mar calma mi pena

Sabes, el mar calma mi pena, consuela mi dolor tantas veces paseado por su orilla, dejando escapar en la libertad de su inmensidad los suspiros de aquello que no encuentro...quizás el mar, que tanto ha visto, vea por mí aquello que yo busco, quizás la brisa me devuelva algún día el suspiro que busca al mío.

Voluntad

Despeinada la mirada y la sonrisa traviesa sin querer. Queriendo me robó aquello que guardaba debajo del colchón. ¿Cómo explicar al loco corazón que baila libre y contento que no sienta y se quede quieto? ¿Cómo decirle que se olvide? Que lo deje pasar y mire para otro lado, esquivando esas balas que tus ojos disparan. Balas que atraviesan los silencios y los sonidos, horadan de pecho a espalda las ganas y la impaciencia. No se a dónde apuntaban tus pupilas pero herida de muerte calló mi voluntad. La voluntad de amarte en todas tus vertientes. De dibujarte con mil colores, de beberte a pequeños sorbos con mis labios sedientos de saborearte. Voluntad de volar en tu vientre, escalar tus pechos, perderme en tu océano, enredarme en tu pelo y despeñarme desde tus piernas hasta tocar el cielo. Sólo un camino lleva a tu piel, yo caminaré hasta el último kilómetro y al final ya no habrá camino, ni piel, ni t

Decidí

[…] pero preferí averiguar qué eran los dos bultos que me nacían en la espalda y echarme a volar. Begoña Abad Decidí romper esta cadena que me ata a los pies de tu cama con desgana, sin importar si es de noche o es de día, si estoy a solas conmigo o sólo vivo los restos de tu presencia. Decidí escupir ese sabor amargo que me queda tras el sorbo de un encuentro, abandonar el camino, no cargar con tus culpas ni pedir más disculpas, romper los glaciares, recoger los cristales de la vida que rompiste y buscar mi desvío. Decidí no volver a salvarte volar y no ahogarme, cerrar las puertas del infierno y caminar descalza por el cielo. Decidí ser yo, solamente yo, sumando una y no dos. Sin un "nosotros" que nos una restarte a ti es la solución. Decidí ser libre. Ser yo. Sexta colaboración Soraya Benítez Nuria Sobrino