Si me asomo al precipicio y miro hacia abajo
el vértigo despierta de cuajo mis amigos viejos:
las dudas,
los rencores,
el paso de puntillas mirando a otro lado;
el yo no fui,
fuiste tú,
o él
o ella,
qué más da a mi no me importa,
y si me importa me vuelvo egoísta
o avariciosa
y pretenciosa,
no me toques mis cosas
que el esfuerzo fue mío
y el sufrimiento ha de merecer la pena
que de penas estoy harta
y a ratos avergonzada.
Pero si me asomo y cierro los ojos, sin mirar al fondo,
y respiro,
me nacen alas:
y sueño que vuelo por acantilados
que cuentan historias de hace miles de años,
por valles perdidos aún sin descubrir,
mares lejanos que bañan islas
con tesoros escondidos
que todos buscan sin saber
¡que no están en las playas!
sino en las selvas,
que esconden toda la belleza
de todo aquel que no se cansa
de asomarse a los precipicios
y dejarse llevar
por esas alas que se encogen
si mira en la dirección equivocada.
el vértigo despierta de cuajo mis amigos viejos:
las dudas,
los rencores,
el paso de puntillas mirando a otro lado;
el yo no fui,
fuiste tú,
o él
o ella,
qué más da a mi no me importa,
y si me importa me vuelvo egoísta
o avariciosa
y pretenciosa,
no me toques mis cosas
que el esfuerzo fue mío
y el sufrimiento ha de merecer la pena
que de penas estoy harta
y a ratos avergonzada.
Pero si me asomo y cierro los ojos, sin mirar al fondo,
y respiro,
me nacen alas:
y sueño que vuelo por acantilados
que cuentan historias de hace miles de años,
por valles perdidos aún sin descubrir,
mares lejanos que bañan islas
con tesoros escondidos
que todos buscan sin saber
¡que no están en las playas!
sino en las selvas,
que esconden toda la belleza
de todo aquel que no se cansa
de asomarse a los precipicios
y dejarse llevar
por esas alas que se encogen
si mira en la dirección equivocada.
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