Despeinada la mirada
y la sonrisa traviesa
sin querer.
Queriendo
me robó aquello que guardaba
debajo del colchón.
¿Cómo explicar
al loco corazón
que baila libre y contento
que no sienta y se quede quieto?
¿Cómo decirle que se olvide?
Que lo deje pasar
y mire para otro lado,
esquivando esas balas
que tus ojos disparan.
Balas que atraviesan
los silencios y los sonidos,
horadan de pecho a espalda
las ganas y la impaciencia.
No se a dónde apuntaban tus pupilas
pero herida de muerte
calló mi voluntad.
La voluntad de amarte
en todas tus vertientes.
De dibujarte
con mil colores,
de beberte a pequeños sorbos
con mis labios
sedientos de saborearte.
Voluntad de volar
en tu vientre,
escalar tus pechos,
perderme en tu océano,
enredarme en tu pelo
y despeñarme
desde tus piernas
hasta tocar el cielo.
Sólo un camino lleva a tu piel,
yo caminaré hasta el último kilómetro
y al final ya no habrá camino,
ni piel, ni tu, ni yo.
Sólo habrá
un universo infinito estallando en un suspiro.
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