Hay historias que
perduran, ancladas en la arena de los recuerdos, hundidas en un mar de
reproches que baten sus olas cual temporal de invierno. Y las dudas afloran con
la marea baja. Y se encallan, y permanecen atadas al alma hasta el próximo día
que salga el sol.
Me
perdí, lo reconozco. Me ahogué en mi propio vómito de culpas ajenas y excusas
propias. Sin mirar, sin querer mirar, con las manos en los bolsillos y la
cabeza gacha para no ver la tierra girar. En un mundo imaginado que quería
pintar sin saber a penas dibujar. Nunca entendí los porqués, tampoco intenté
hacer preguntas, con callar me bastó, para qué decir nada, ni más ni menos. A
bocajarro disparé al destino, y herré el tiro. En un descuido me respondió la
suerte, corriendo por patas, en la primera esquina que doblé, aprovechó y me
perdió de vista. No soy nadie para suplicar reproches, ya ni las súplicas me
hacen efecto. Gasté todas mis cartas en una partida amañada, y perdí. ¡Hay que
ser mantas! Ahora, ya no busco nada, ni la entrada ni la salida, tan sólo miro
y observo, no vaya a ser que me tropiece de nuevo con los muros de la vida. Y
si me tropiezo, será por no querer ver el camino.
Ella,
la bruma, siempre estará ahí, pintando de gris todo lo que le rodea, calando el
cuerpo por dentro y por fuera. Al acecho, para recordarme que nada esta hecho.
Que los pasos se siguen dando, pero los que quedan detrás no se van corriendo.
Todo queda. Todo pesa.
Sin
embargo, yo soy mujer de sol, incluso en estas tierras húmedas y sombrías, sus
rayos son mi vida. Recordar va en el lote, e igual que recuerdo la lluvia, recuerdo
los días de luz en la cara a piel descubierta. No quiero olvidar, porque cada
tropiezo me ha enseñado a caminar con más tiento. Cada caída me ha demostrado
que me puedo volver a levantar. Cada tempestad me ha traído después la calma.
No, no pienso olvidar ninguna de mis quejas inventadas para consolarme,
mentiras que ni mienten ni engañan a la conciencia, porque de esa nunca
escapas, si es que se despierta.
Guardaré
las sombras en una bonita habitación, pero no las dejaré nunca solas, son parte
de mí, y me hacen ser cada día un poco mejor persona, porque cada vez que me
acechan, recuerdo que soy mujer de fuego, y la luz y el calor son mi razón de
ser.
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