Abramos un hueco en la vida,
en las horas que nos roban
las obligaciones asumidas.
Hurguemos en la herida abierta
de tantos días diciendo sí
mientras el no se nos dormía.
Dejemos correr el agua
enlodada de mentiras,
ahogada
en la corriente cívica
de sociedad y pleitesía.
Ellos,
imprevistos,
en un momento de descuido
tiraron de la cisterna,
sin tan siquiera habernos
dado tiempo a mear
fuera del tiesto.
Nos arrinconaron los momentos,
nos hicieron suyos
sin tener permiso,
ni de ellos
ni nuestro.
Como quien ve pasar un tren
en la distancia
dijimos adiós a tantas cosas...
Soñar era gratis,
pero vivir,
¡vivir se ponía por las nubes!
Buscábamos entre la basura
del tiempo,
regateando momentos,
inventando espacios
que nunca encontramos
y a pesar de tantas paradojas
nos seguimos hallando.
Entre sonrisas y miradas,
torrentes de palabras
acariciadas por la aire
que se estremece
ante la piel
de las caricias imaginadas.
Rodeadas de ladrones de silencios
y de algarabías ahogadas.
No tuvimos
playa ni desierto,
ni puerto ni cielo
que nos protegiera.
Errantes los besos
que se buscan,
perdidas las caricias,
los abrazos ahogados
en multitud de excusas
imaginarias o inventadas,
hundidas sin remedio
entre la muchedumbre que asfixia.
Intentamos esconder los segundos
que nos regalamos
debajo de las sábanas
que cubren nuestros cueros,
usurpados por un instante al mundo,
pero tarde o temprano
-al final siempre acabó siendo temprano-
vuelven los minutos
a controlar
el sentido impuesto
por los días cotidianos,
esos que dictan las normas
de otros
y nos niegan
las nuestras.
Porque tu y yo,
dentro del caos
manifiesto
seguimos guiándonos
por normas,
mas
-que suman y no restan-
las nuestras
Las que escribo
cuando me miras
y te clavo dentro.
Y de pronto,
el mundo
ya no gira.
Y de pronto,
se nos cuela la vida
por un hueco...
por un momento.
El nuestro.
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