Devorando cisnes
se labraron muchos el porvenir
—por venir diciendo algo—
Invisible corazón
que devora esperanza(s)
Vida de la que llaman civilizada
ellos,
ellas,
la opulencia renombrada.
Esperpento reflejado en las caras.
Deambulando sin seguro de asistencia técnica
por una autopista de seis carriles.
Desvencijada la postura
del joven que voló
en busca del salvavidas
mirando de frente al miedo.
¡De frente!
Más alto que las nubes
se encontró el muro,
inalcanzable,
infranqueable.
Construido con ladrillos agrietados,
lleno de agujeros
(re)llenados,
resquebrajando la casa
que habitaba
el del primero izquierda,
o el del segundo derecha,
la mano no importa.
Al final,
se derrumba.
Sin estruendo,
sin consecuencias,
suyas.
Derruido el aliento
en el lodo de los que juegan
al Monopoly con tus sueños
—y tu dinero—.
Entre prebendas,
grandes cenas y comidas
que nos quitan
para tirar a la basura.
Miran para otro lado,
esquivando las cestas de la compra vacías,
olvidando los libros de los niños,
ignorando las probetas de los científicos.
Mientras, se fuman su puro,
Cohiba del número cinco,
para matar el tiempo
que les sobra entre
quito y no pongo.
¡Si es que no paro quieto!
dijo el ministro al mendigo.
Yo tampoco,
contesto él,
con los ojos cerrados
mientras se imaginaba
asesino.
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