“y no existe el vacío
si quieres colmarlo”
—Ernestina de Champourcin—
Si lo llenas, el vacío volverá siempre a colmarse.
Resbalará por el borde del recipiente
y mientras se deshabita,
—de nuevo—
inundará de brisas marinas,
flores exóticas y olorosas
dentro de cuentos huérfanos
en busca de dueño,
todo lo que a su paso, de golpe,
la riada desbordada ahogue.
A mí, confieso, me gusta el agua en todas sus formas:
dulce o salada,
y nadar no es un hobby,
es el estilo de vida que profeso.
Y sé que cansa,
que moja,
y que nunca podré atraparla.
Sin embargo,
yo siempre vuelvo
allí,
a su cauce,
a ese mismo lugar
que habita mi primer y último recuerdo,
donde me sumerjo desnuda
y despojada de miedos
bajo las olas que embisten mi mar.
Y me hundo de nuevo
y, —de nuevo— me hallo,
me lleno,
de ese vacío que no existe
si colmarlo quiero.
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