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Un adiós para siempre

Me regalaste dos palabras
que se convirtieron en una.
Una ausencia perpetua
vivida en condena.
Condena de olores de invierno
amarrados a la piel
en pleno verano.
El humo que fuiste
se disipó antes
incluso de apagar el fuego.
Es cierto,
el sol brilla como nunca
en lo alto de ese cielo
donde naufragaron nuestras tardes.
Y ahora,
que ya es mañana,
envuelvo aquellas palabras
y le regalo a la vida
ese adiós con el que tus silencios
construyó mi presencia.

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