Ir al contenido principal

El perro que cojea

Cojea el perro
por la calle al sol.

Gentes sentadas
ocupadas
en terrazas,
atadas a lo que esperan
mientras el perro cojea
en la misma calle,
al mismo sol.

El perro se acerca
a la farola.
Primero huele,
luego mea.
Rompe el ruido
un carrito de helados
arrastrado por la acera.
Los niños miran.
Las madres miran.
¡Estruendo!

El perro,
ahora quieto,
se queda al pie de la mesa
de los que se sientan
a pasar la tarde
quieta
a la que ya poco le queda.
Nada pasa.
El perro se tumba.

Luego vendrán
las horas de hacer las cosas
—ajenas—
y las prisas.
Niños que chillan,
baños y duchas,
poner la mesa,
cenas rápidas,
ligeras,
alguna cuchara,
teta,
pijamas,
televisión
y cama.

Así pasa el tiempo
la gente que pisa la vida.
Mientras,
el perro
—ahora quieto—
cojea
por la calle
al sol
de una tarde cualquiera.

Comentarios

Entradas populares de este blog

No hables sino quieres

No hables sino quieres, los silencios a veces curan. Pero a veces, matan. De suicidios silenciosos están llenos los periódicos, y las calles. Los veo todos los días, en esos rostros que se disfrazan para ser uno más, y en esas miradas que se esconden para ser uno menos. Siempre en pié, siempre corriendo, por esas calles en las que todos piden paso sin gracia ni perdón, o un pedazo del pan de cada día, y los más incautos, una casa hipotecada (de por vida). ¿Pero, qué vida? Esa que esconden en los sueños que matan, los que te vende una sociedad civilizada, esa que no habla, que no mira, y que pisa. Pero tu calla, calla y come, y como con la boca llena no se habla, calla, y come más. Ya hablarán ellos, y ellas, los que no dicen nada, los que te ponen la comida en la boca, y luego te la quitan, los de la foto bonita. Como te iba diciendo, no hables sino quieres. Pero el silencio, mata.

¿Con qué te quedas...?

Qué te puede dejar un lunes cualquiera. Agobio, ilusión... Una sonrisa que te regalan al pasar. O ese calor que se pega a tu piel, a veces reconfortándote, a veces agobiándote. O esas gotas de lluvia que te refrescan al caer y se llevan la aspereza. O cuatro monedas encima de la mesa... ¿Con qué te quedas?