Ir al contenido principal

Jack vino a verme esta mañana

Jack el Destripador vino a verme esta mañana. Un cielo gris tras el cristal, un café amargo, como me gusta, en el desayuno y los ojos cerrados en medio de un adiós sin pronunciar.

De tópicos puedo hablar, frío metal que en nombre de Dios de muerte hirió mi mundo.

Pero si te cuento la verdad, la mentira del universo se queda pequeña ante mis pobres delirios de grandeza.
¿A Dios?
¿Quién pronunció tu nombre sin mi consentimiento?
Adiós soy yo en el preciso instante en que tus ojos dejaron de mirarme.
Adiós soy yo cuando te pienso en el recuerdo que tu no te llevaste.
Adiós soy yo cuando me trago el orgullo entero del mar por no llamarte más.
(A) Dios rezo para esconder tu piel de mis recuerdos.
(A) Dios pido encontrar el camino que me traiga de vuelta mi cuerpo en ti tatuado.
(A) Dios escucho en mi pecho mientras salto de trago en trago los días que cruzan tu camino perdido.

¿Por qué no un asesinato?
Uno que desgarre todas tus caricias a oscuras y salpique de lágrimas falsas las paredes de esta habitación que te vio desnuda.
Una masacre.
No.
Por Dios no.
Pero por tu adiós mataría hasta la última gota de cordura que el bourbon pudiera ahogar.

¿Quizá no fue ese Jack el que vino a verme esta mañana?
¿Quizá no fuera esta mañana?
Quizá esta noche me acuerde más.
De tu (a)Dios.

Comentarios

Entradas populares de este blog

No hables sino quieres

No hables sino quieres, los silencios a veces curan. Pero a veces, matan. De suicidios silenciosos están llenos los periódicos, y las calles. Los veo todos los días, en esos rostros que se disfrazan para ser uno más, y en esas miradas que se esconden para ser uno menos. Siempre en pié, siempre corriendo, por esas calles en las que todos piden paso sin gracia ni perdón, o un pedazo del pan de cada día, y los más incautos, una casa hipotecada (de por vida). ¿Pero, qué vida? Esa que esconden en los sueños que matan, los que te vende una sociedad civilizada, esa que no habla, que no mira, y que pisa. Pero tu calla, calla y come, y como con la boca llena no se habla, calla, y come más. Ya hablarán ellos, y ellas, los que no dicen nada, los que te ponen la comida en la boca, y luego te la quitan, los de la foto bonita. Como te iba diciendo, no hables sino quieres. Pero el silencio, mata.

¿Con qué te quedas...?

Qué te puede dejar un lunes cualquiera. Agobio, ilusión... Una sonrisa que te regalan al pasar. O ese calor que se pega a tu piel, a veces reconfortándote, a veces agobiándote. O esas gotas de lluvia que te refrescan al caer y se llevan la aspereza. O cuatro monedas encima de la mesa... ¿Con qué te quedas?