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Desdibujada entre sombras

Me puedo desdibujar en los recuerdos de aquellas noches. Ahogarme con los borrosos tragos de suspiros lejanos que, se arrastran como siervos mundanos del cielo empedrado, ese que anuncia agua. Lluvias de otoño, invierno o verano, qué más da la temporada, si la estación es la que pasa de infierno en infierno cada vez que te pienso en otra primavera.

Puede que nunca supiera dibujarte  como te lo merecías, y que la saturación terminara por emborronarte sin remedio, sin medias tintas ni tonos claros. Y claro, el color se aja, y el artista se olvida de lo que en realidad importa, la obra de arte. Tú, mi obra de arte.

Ahora te pienso en medio de nada, encerrada en esa palabra tan mencionada. Vintage. Pero sin el toque de estilo que puede resucitar lo viejo y recordarle que lo mejor de la vida pasó de moda, de largo, de lo que sea, pero pasó. Pasó y ya no está. Ya no estás.

Ni tan siquiera en la memoria del papel, couche, mate o verjurado. Con toques dorados en una esquina, que le da ese aire de elegancia. Ese que te llevaste a otras fiestas. Ni tan siquiera ahí te encuentras. Te encuentro. Porque lo único que permanece en ese cuarto oscuro cuando cierro los ojos, son las sombras de un borrón y cuenta nueva.

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Día demente

Hoy me pillo por banda el tumulto. Se me arremolinó dentro y estuvo inquieto. Mirando por aquí y luego por allá. Estrujando, apretando, me asustó, me irritó, por momentos me enfadó y hubo un instante en el que me estranguló la vida, con doña angustias de por medio. Como un cuento de miedo, de los que empiezan con muerte del yo y en todo su auge destripan el día hasta que te caes rendida ante la realidad de la vida. Y parece mentira lo que cansa tanto remolino dando vueltas. Nadas a contracorriente desde que amaneces, y aunque con todas tus fuerzas intentes alcanzar ese lugar donde tocas pie y te sientes medio segura, la resaca te arrastra al medio de ese sitio en el que no te ahogas. Pero te hundes, te hundes y tragas agua hasta que el aire ya no se siente. Agotada ando, arrastrando cuerpo y sujetando mente. No se por cual empezar el mantenimiento... ¿alguna sugerencia demente?

Vacía

Vacía el hogar, la maleta y esa mirada puesta. La que aderezas con unos toques de vida interpuesta. Donde los remates no llegan se esconden las peores vivencias. Ahogadas en noches sombrías que desalojan eternas vidas.        Esas que no se cumplen.        Esas que se olvidan. Barres los restos de los supiros y los escondes debajo de la alfombra, para que no se te olvide que algún día tendras que recogerlos. Ya no recuerdas qué te contaba la luna cuando a la noche se escondía debajo de tus sábanas. Asustada de su propia vida visitaba un hogar conocido de su penumbra. Tus oscuras veladas de insomnio gratuito consumieron entero el cirio. No sopló nadie, se apagó solo, como quien oye llover debajo del olivo, resguardado de las gotas del mal querer, pero expuesto al ruido, y a la tragedia que riega el campo de tanto desperdicio. Y ahora, con todo a cuestas y sin nada que perder tira todas las apuestas y camina como si nadie te pudiera ver.

Se me quedan cortas las historias

Se me quedan cortas las historias. Empiezan bonitas y con ganas, pero se hunden poco a poco en las batallas sin fin de ideas que brotan a raudales, hasta que chocan una vez escritas con la incongruencia de estar ahí, todas sueltas ¿Dónde empieza una y termina la otra? No entiendo por qué las palabras salen de esta manera. Se escriben solas. Es como si llevaran mucho tiempo esperando a ser plasmadas en algún papel para luego quedarse huecas del sentido que pueda tener cualquier historia bien escrita. Escribo, escribo y escribo sin parar, sin pensar. No necesito pararme a discurrir qué será lo siguiente que saldrá, ya está ahí, impaciente, esperando su turno de salir y gritar sea lo que sea que tuviera que gritar. Muchas veces dudo hasta de que sean mías tantas cosas guardadas, tantas rabietas, tantas preguntas sin respuesta. Y tengo que escribir deprisa, porque si paro se atropellan y se ahogan las letras, mueren, se van, no sé a cual lugar, ni si alguna vez volverán. Y me duele la mano