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Esta lloviendo fuera...

Esta lloviendo fuera...
Cada gota que cae cuenta una pena robada en algún lugar del mundo, este maravilloso mundo: promesas rotas, sueños olvidados, palabras pronunciadas con odio, besos no dados…
Cada gota recorre su camino de lamentos, y son estos los que con su agonía riegan los campos secos de vida. De las mayores penas nacen los prados más verdes que un día florecerán hermosos a los ojos que tanto lloraron, en la próxima primavera.

Porque así es la vida, de la oscuridad más absoluta nace la luz más verdadera, desde la tristeza más profunda se renuevan las ganas de vida...sólo hay que dejar que la naturaleza siga su ruta.

En mi soledad, me gusta visitar el mar, salitre que se pega a mis labios y me baña de tristeza. Me sumerjo en ella, me ahogo de pena, y cuando esta ya no flota, la brisa me abraza mientras la luna, coqueta y cómplice, me guiña un ojo, y sonriendo, me arropa hasta que la consciencia se evapora…mañana será otro día
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No hables sino quieres

No hables sino quieres, los silencios a veces curan. Pero a veces, matan. De suicidios silenciosos están llenos los periódicos, y las calles. Los veo todos los días, en esos rostros que se disfrazan para ser uno más, y en esas miradas que se esconden para ser uno menos. Siempre en pié, siempre corriendo, por esas calles en las que todos piden paso sin gracia ni perdón, o un pedazo del pan de cada día, y los más incautos, una casa hipotecada (de por vida). ¿Pero, qué vida? Esa que esconden en los sueños que matan, los que te vende una sociedad civilizada, esa que no habla, que no mira, y que pisa. Pero tu calla, calla y come, y como con la boca llena no se habla, calla, y come más. Ya hablarán ellos, y ellas, los que no dicen nada, los que te ponen la comida en la boca, y luego te la quitan, los de la foto bonita. Como te iba diciendo, no hables sino quieres. Pero el silencio, mata.

¿Con qué te quedas...?

Qué te puede dejar un lunes cualquiera. Agobio, ilusión... Una sonrisa que te regalan al pasar. O ese calor que se pega a tu piel, a veces reconfortándote, a veces agobiándote. O esas gotas de lluvia que te refrescan al caer y se llevan la aspereza. O cuatro monedas encima de la mesa... ¿Con qué te quedas?