Mil y una noches oscuras
—también
con sus días—
recorridos a tientas.
Cuentos de niños
que se hacen grandes
siendo pequeños
todavía.
Leen bajo las sábanas
de la vida,
con la luz encendida,
las mil
y una maravillas
escondidas
debajo del traje,
bien planchado,
que se visten cada día.
Sonrisa imaginada,
pintada en la tazá del café
tomado de prisa
en el bar de la esquina
donde cada mañana
atiende José.
El típico señor,
ni joven ni mayor,
que siendo niño
quería ser futbolista.
Hoy, que ya creció
sirve desayunos,
cafés fríos y rancios vinos
a turistas y oficinistas
con almas de príncipes y princesas,
que nunca soñaron
con ser
simples
sombras
cansadas
de las ostias
que te de la vida.
—también
con sus días—
recorridos a tientas.
Cuentos de niños
que se hacen grandes
siendo pequeños
todavía.
Leen bajo las sábanas
de la vida,
con la luz encendida,
las mil
y una maravillas
escondidas
debajo del traje,
bien planchado,
que se visten cada día.
Sonrisa imaginada,
pintada en la tazá del café
tomado de prisa
en el bar de la esquina
donde cada mañana
atiende José.
El típico señor,
ni joven ni mayor,
que siendo niño
quería ser futbolista.
Hoy, que ya creció
sirve desayunos,
cafés fríos y rancios vinos
a turistas y oficinistas
con almas de príncipes y princesas,
que nunca soñaron
con ser
simples
sombras
cansadas
de las ostias
que te de la vida.
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