Escupir a la cara del recuerdo,
ese que martillea sobre el yunque
golpe tras golpe
dando forma al herido.
Intentar gritar tu nombre
desde el precipicio,
tirarlo desde lo alto y dejarlo escapar.
Quiso herirlo.
Y lo sabes.
Tu nombre y apellido
pisotearlos en medio de la calle
como al desvalido mendigo
que golpea sin piedad
el tipo alta de clase media.
Quiso hacerlo.
Y lo sabes.
Tender la mano
y darle la limosna que haga más mísera su existencia.
Delante de todos,
para que le vean
sumiso ante las costumbres de la vida.
Corriente abajo.
Corriente arriba.
Lo intentó.
Tantas veces como fracasó.
Y lo sabes.
Lo sabes
porque aún sonríes
cuando mira a otras
en otros bares
y te recuerda en cada trago.
Lo sabes
cuando abre la puerta
para salir corriendo
y acabar siempre en el mismo sitio.
Lo sabes
porque siempre te lo dice
cuando en plena resaca
escupe a tu cara
el recuerdo de tu olvido.
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