Me puedo desdibujar en los recuerdos de aquellas noches. Ahogarme con los borrosos tragos de suspiros lejanos que, se arrastran como siervos mundanos del cielo empedrado, ese que anuncia agua. Lluvias de otoño, invierno o verano, qué más da la temporada, si la estación es la que pasa de infierno en infierno cada vez que te pienso en otra primavera.
Puede que nunca supiera dibujarte como te lo merecías, y que la saturación terminara por emborronarte sin remedio, sin medias tintas ni tonos claros. Y claro, el color se aja, y el artista se olvida de lo que en realidad importa, la obra de arte. Tú, mi obra de arte.
Ahora te pienso en medio de nada, encerrada en esa palabra tan mencionada. Vintage. Pero sin el toque de estilo que puede resucitar lo viejo y recordarle que lo mejor de la vida pasó de moda, de largo, de lo que sea, pero pasó. Pasó y ya no está. Ya no estás.
Ni tan siquiera en la memoria del papel, couche, mate o verjurado. Con toques dorados en una esquina, que le da ese aire de elegancia. Ese que te llevaste a otras fiestas. Ni tan siquiera ahí te encuentras. Te encuentro. Porque lo único que permanece en ese cuarto oscuro cuando cierro los ojos, son las sombras de un borrón y cuenta nueva.
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