Ir al contenido principal

(Des)bordando el mar


desbordando el mar

Dando brazadas en un vaso
a punto de rebosar,
desbordada,
salpicando todo fuera.
A mi alrededor, el mar.

Desbordada, casi ahogada
con tanta meada ciega.
Cerrar los ojos
quisiera,
no darme cuenta de nada.
La ignorancia da la felicidad,
dice su balada.
¡Formateen todos mis principios!
¡Bórrenme los amores!
Quemen la papelera
y olvídense del backup.

¡Desbordada!
Desbordada y cansada de gritar
en esta selva en la que todos luchan.
¡Quiero parar!
Quiero invernar en un lugar
donde el político sea oso hormiguero
y los banqueros solo ardillas
con castañas para custodiar.
Quiero pasar allí el invierno,
lejos de la incertidumbre
y este malestar.
Quiero dejar de remar
entre tanta gota corrompida.
Ojalá encuentre una salida,
el camino
que me lleve a la ciudad

donde la horchata recorre las venas.

No tengo miedo a lo desconocido,
quién sabe,
quizá allí coja el ritmo.
Si la encuentro,
colgaré un marco en la puerta (de mi casa)
que diga:
“aquí ahogarse está prohibido”.

Curta colaboración:
Nuria Sobrino 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mañana será siempre II

[2016, Soraya Benítez y Nuria Sobrino]     Triana sobrepasaba con holgura los veinte grados al comienzo de la noche, aunque el calor no derretía el termómetro como en semanas anteriores. A esas horas, bares y terrazas empezaron a llenarse de gargantas secas y manos empuñando cañas de cerveza muy fría o alguna bebida espirituosa. Nerea y Patricia fueron a un bar de la calle San Jacinto. Les acompañaba Bicho, un pequeño bulldog francés que los padres de Patricia le habían regalado para el vigésimo quinto cumpleaños, recién nacido, color canela, todo orejas. De aquello hacía ya tres años. — ¡Bicho, retírate un poco, hijo, que pegas calor! ―exclamó Patricia, retirando sus sandalias del lomo del perro. — Me recuerda a Iris, qué bonachón el tío ahí tumbado debajo de la mesa. Debe tener un calor… yo me estoy asando ―dijo Nerea, abanicándose con la carta de tapas plastificada. — Esto no es nada. Lo que pasa es que vas con esa melena de rizos suelta y… ¿qué esperas? Esta mañana sí que ha

Día demente

Hoy me pillo por banda el tumulto. Se me arremolinó dentro y estuvo inquieto. Mirando por aquí y luego por allá. Estrujando, apretando, me asustó, me irritó, por momentos me enfadó y hubo un instante en el que me estranguló la vida, con doña angustias de por medio. Como un cuento de miedo, de los que empiezan con muerte del yo y en todo su auge destripan el día hasta que te caes rendida ante la realidad de la vida. Y parece mentira lo que cansa tanto remolino dando vueltas. Nadas a contracorriente desde que amaneces, y aunque con todas tus fuerzas intentes alcanzar ese lugar donde tocas pie y te sientes medio segura, la resaca te arrastra al medio de ese sitio en el que no te ahogas. Pero te hundes, te hundes y tragas agua hasta que el aire ya no se siente. Agotada ando, arrastrando cuerpo y sujetando mente. No se por cual empezar el mantenimiento... ¿alguna sugerencia demente?

Vacía

Vacía el hogar, la maleta y esa mirada puesta. La que aderezas con unos toques de vida interpuesta. Donde los remates no llegan se esconden las peores vivencias. Ahogadas en noches sombrías que desalojan eternas vidas.        Esas que no se cumplen.        Esas que se olvidan. Barres los restos de los supiros y los escondes debajo de la alfombra, para que no se te olvide que algún día tendras que recogerlos. Ya no recuerdas qué te contaba la luna cuando a la noche se escondía debajo de tus sábanas. Asustada de su propia vida visitaba un hogar conocido de su penumbra. Tus oscuras veladas de insomnio gratuito consumieron entero el cirio. No sopló nadie, se apagó solo, como quien oye llover debajo del olivo, resguardado de las gotas del mal querer, pero expuesto al ruido, y a la tragedia que riega el campo de tanto desperdicio. Y ahora, con todo a cuestas y sin nada que perder tira todas las apuestas y camina como si nadie te pudiera ver.